El taller de Regazzoni está al lado del Museo Ferroviario en la estación de Retiro.
Enormes esculturas de animales prehistóricos escoltan la entrada, reforzando el cartel que dice "Está siendo vigilado en forma permanente. Seguridad armada".
Llegando al gran galpón ubicado una vez traspasada la entrada, una hoja blanca de papel escrita con fibra negra avisa: "Toque la campana".
El lapso entre el tan-tan-tan de la campana, y el momento de ser atendida se extendió por 20 minutos. Esto me llamó la atención, ya que pensé que la "seguridad armada" se haría presente de forma inmediata al verme llegar.
Una persona nos hizo pasar al galpón que funciona como taller, depósito y próximamente bar de este artista.
Nos atendió Regazzoni, vestido de manera muy sencilla y completamente manchado de polvo. Fumaba sin parar y no dejaba de hablar: que hay mucho trabajo, que el bar inaugura el miercoles 29, que es a beneficio, que pasen y vean, que la entrada sale $3, etc, etc.
Recorrí por espacio de 80 minutos el taller, deteniéndome en esos fantásticos animales construídos con todo tipo de elementos extraídos de los espacios que convergen en las vías del tren (caños, bulones, tuercas, clavos, viejas máquinas de telégrafos, máquinas de escribir, ficheros, alambres, etc.). También había pinturas diseminadas por los techos y las parades. Todo girando en torno al mismo eje temático: el mundo ferroviario.
Ya finalizando la visita, en la parte de adelante del galpón, está su oficina-comedor-living. Un cartel advierte al visitante: "Los invitados deberán traer -por persona- una botella de vino o de champagne".
Regazzoni parece tener un motor creativo increíble y voraz. Actualmente vive en Francia, donde el gobierno le ha cedido un lugar (similar al de Retiro) al costado de la estación. Con la venta de sus obras el artista ha montado un proyecto de reciclaje que se está implementando en algunas escuelas francesas.