domingo, enero 12, 2003

{{Sobre la importancia de llamarse Umberto Eco}}

Umberto Eco ostenta el llamativo privilegio de tener sus novelas en las listas de los best seller.
Sorprende la cantidad de gente que "dice" conocer sus libros (sobre todo "El péndulo de Foucault" y "El nombre de la rosa") aunque el porcentaje disminuya ostensiblemente en cuanto a la lectura de los mismos.
Es decir, Eco es un fectiche, decir que uno lee a Eco dentro del medio pelo argentino (porque de otro país no conozco) es dar a entender que uno es inteligente, reflexivo e intelectual. Los libros publicados de este autor (claro, en su versión novela, ya que los semiológicos son mucho más inaccesibles) se venden como pan caliente.
En serio ¿cuántos lectores realmente los leen? Y no digo nada de comprenderlos, porque esa me parece una cuestión sumamente subjetiva, no creo que exista un sólo sentido a decodificar en una superficie textual ni en ninguna otra.

Ocurre algo parecido con un escritor argentino: Jorge Luis Borges, ¿cuántos de nosotros realmente lo hemos leído? ¿cuántos caemos en el fetiche de decir conocer su prosa? ¿cuántos nos compramos el libro para exponerlo como joya legitimante en nuestra biblioteca?.

Es propio del ser humano buscar el recocimiento del otro, definirse a partir de su mirada, pero cuando la definición se da a partir de los objetos de consumo (aunque sean culturales!!!) es patético!

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