viernes, septiembre 19, 2003

Las emociones de Marcel Schwob (1867-1905)



En el prólogo a Corazón doble (París, mayo de 1891), Schwob escribe: Ahora bien, las emociones no son constantes; poseen un punto extremo y un punto muerto. En lo moral, el corazón experimenta una sístole y una diástole, un período de contracción y otro de relajamiento. Puede llamarse crisis o aventura al punto extremo de la emoción. Toda vez que la doble oscilación del mundo exterior y del mundo interior provoca un encuentro, hay una aventura o una crisis. Luego ambas vidas recuperan su independencia, cada una fecundada por la otra.


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Las tres carreras
Mimo XIII.
Por Marcel Schwob
-Francia, 1867/1905-

Las higueras han dejado caer sus higos y los olivos sus aceitunas, porque algo extraño ha ocurrido en la isla de Scira. Una muchacha huía, perseguida por un muchacho. Se había levantado el bajo de la túnica y se veía el borde de sus pantalones de gasa. Mientras corría dejó caer un espejito de plata. El muchacho recogió el espejo y se miró en él. Contempló sus ojos llenos de sabiduría, amó el juicio de éstos, cesó su persecución y se sentó en la arena. Y la muchacha comenzó de nuevo a huir, perseguida por un hombre en la fuerza de su edad. Había levantado el bajo de su túnica y sus muslos eran semejantes a la carne de un fruto. En su carrera, una manzana de oro rodó de su regazo. Y el que la perseguía cogió la manzana de oro, la escondió bajo su túnica, la adoró, cesó su persecución y se sentó en la arena. Y la muchacha siguió huyendo, pero sus pasos eran menos rápidos. Porque era perseguida por un vacilante anciano. Se había bajado la túnica, y sus tobillos estaban envueltos en un tejido de muchos colores. Pero mientras corría, ocurrió algo extraño, porque uno después de otro se desprendieron sus senos, y cayeron al suelo como nísperos maduros. El anciano olió los dos, y la muchacha, antes de lanzarse al río que atraviesa la isla de Scira, lanzó dos gritos de horror y de pesar.

(en: Mimos, 1894, Siruela, Madrid, 1997)
Este texto fue extraído de la Máquina del tiempo.


Borges era fanático



La lectura oriental, la traducción stevensoniana, la filología, la concepción de un escritor cuyo orgullo principal es el de ser mejor lector, son algunos de los lazos con que el saber borgeano se ata al cosmos de Schwob. Los relatos de "Historia Universal de la Infamia" (1935), dice Borges en el prólogo a la edición de 1954, "son el irresponsable juego de un tímido que no se atrevió a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias". Es esta, sin duda, la mejor descripción de la excepcional re-fundición de historias de "Vidas Imaginarias". En la presentación de este libro (Vidas Imaginarias, Ed. Hyspamérica, colección "Jorge Luis Borges, Biblioteca Personal, 1985)", Borges reclama a sus críticos el no haber advertido la fuente schwobiana en su "libro candoroso". Antes de este homenaje, en el prólogo a la primera edición de Historia Universal..., el escritor argentino había subrayado la presencia en la obra de los ingleses Stevenson y Chesterton. (Schwob, no sólo tradujo al autor de "Treasure Island", sino que fue merecedor de sus elogios, al mismo tiempo que consultor de Oscar Wilde para Salomé, escrito en francés). La profunda sagacidad del autor de El Aleph, descubrió también una de las obras más importantes de Schwob: "La cruzada de los niños" (1895). Una exclusiva tirada de 500 ejemplares numerados que llevó a cabo en Buenos Aires Editorial La Perdiz, en 1949, también con traducción de Baeza, lleva la observación borgeana en el prólogo, además de las cinco delicadas ilustraciones de Norah Borges. "En ciertos libros del Indostán se lee que el universo no es otra cosa que un sueño de la inmóvil divinidad que está indivisa en cada hombre", dice Borges, y hace poseedor de ese sueño a la creación de Schwob. "La cruzada de los niños", composición casi mágica de las impresiones de aquellos que tuvieron algo que ver en el naufragio de "los niños que anhelaron rescatar el santo sepulcro", es la primer piedra que pone en el camino para cualquiera que se atreva a husmear en el arte de la biografía.

Extraído de Temakel

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