Der Traum
A veces sueño con números que luego ganan premios.
Frescos de situaciones que pueden llegar a repetirse como un deja vu.
La oscuridad me asusta fácilmente y creo en fantasmas y monstruos asesinos.
Pero anoche...
...La madre y la niña estaban paradas sobre lo que parecía ser una especie de pileta de desechos sociales. La niña jugaba alegremente entre hierros herrumbrados, cochecitos rotos, muñecas sin cabeza, trozos de madera y retazos de telas de diversos colores.
La madre percibía algo extraño. Más allá de los límite de ese gran piletón había un hombre en un coche que las acechaba. Ella tanteó el horizonte con su mirada y decidió caminar hacia su límite. Allí escudriñó sus bordes ensayando una explicación.
De pronto encontró un espacio, abismo gigantesco, vórtice emergente de las profundidades. Se asomó, y vió el llavero de un auto con unos ideogramas orientales. No entendió su significado. Intentó agarrarlo.
La extraña posición de su cuerpo le imprimió a su visión un nuevo prisma. La mujer comprendió. Debajo de ese cúmulo de basura, estaba el vacío. Eso implicaba que existían infinitas posibilidades de que el espacio que las sustentaba de pronto se desplomara. La mujer retiró su cuerpo con rapidez y de su boca fluyó una cascada de palabras incomprensibles (cuiddddd....ven......rapidddd). La base desapareció, arrastrando consigo a la niña.
La madre quedó parada en el borde y miró hacia la negrura del vacío. La niña lloraba y pedía ayuda. La madre notó que una fina soga colgaba de un aparejo e intentó tomarla, diciéndole a la niña que hiciera lo mismo. La niña se agarró con fuerza y la madre saltó, elevando a la niña al mundo superior.
Una vez arriba, la niña volvió a llorar, extrañaba a su madre.
Pero la niña dudó, miró hacia atrás, hacia el abismo que se extendía -no ya dentro- sino fuera del gran piletón. Allí había un bosque y el sol ampliaba los colores verdeamarillentos de los árboles. La niña se sintió atraída por ese mundo de ensueño y cayó.
La madre trepó por la soga, y llegó a la superficie unos segundos después que la niña había caído. Sólo alcanzó a ver un buzo rojo que revoloteaba en círculos. Gritó. Miró esperanzada.
Súbitamente, la niña apareció por detrás de ella. La madre se asustó, pero estaba feliz porque su niña estaba viva.
Se abrazaron. La madre vió otros niños alrededor de su hija. Los miró extrañada, conmovida. Sus cuerpos eran transparentes, como el de su hija.
Los niños se agruparon en bandada alada y reptaron hacia el horizonte sin mirar atrás ni una sola vez.
A veces sueño con números que luego ganan premios.
Frescos de situaciones que pueden llegar a repetirse como un deja vu.
La oscuridad me asusta fácilmente y creo en fantasmas y monstruos asesinos.
Pero anoche...
...La madre y la niña estaban paradas sobre lo que parecía ser una especie de pileta de desechos sociales. La niña jugaba alegremente entre hierros herrumbrados, cochecitos rotos, muñecas sin cabeza, trozos de madera y retazos de telas de diversos colores.
La madre percibía algo extraño. Más allá de los límite de ese gran piletón había un hombre en un coche que las acechaba. Ella tanteó el horizonte con su mirada y decidió caminar hacia su límite. Allí escudriñó sus bordes ensayando una explicación.
De pronto encontró un espacio, abismo gigantesco, vórtice emergente de las profundidades. Se asomó, y vió el llavero de un auto con unos ideogramas orientales. No entendió su significado. Intentó agarrarlo.
La extraña posición de su cuerpo le imprimió a su visión un nuevo prisma. La mujer comprendió. Debajo de ese cúmulo de basura, estaba el vacío. Eso implicaba que existían infinitas posibilidades de que el espacio que las sustentaba de pronto se desplomara. La mujer retiró su cuerpo con rapidez y de su boca fluyó una cascada de palabras incomprensibles (cuiddddd....ven......rapidddd). La base desapareció, arrastrando consigo a la niña.
La madre quedó parada en el borde y miró hacia la negrura del vacío. La niña lloraba y pedía ayuda. La madre notó que una fina soga colgaba de un aparejo e intentó tomarla, diciéndole a la niña que hiciera lo mismo. La niña se agarró con fuerza y la madre saltó, elevando a la niña al mundo superior.
Una vez arriba, la niña volvió a llorar, extrañaba a su madre.
Pero la niña dudó, miró hacia atrás, hacia el abismo que se extendía -no ya dentro- sino fuera del gran piletón. Allí había un bosque y el sol ampliaba los colores verdeamarillentos de los árboles. La niña se sintió atraída por ese mundo de ensueño y cayó.
La madre trepó por la soga, y llegó a la superficie unos segundos después que la niña había caído. Sólo alcanzó a ver un buzo rojo que revoloteaba en círculos. Gritó. Miró esperanzada.
Súbitamente, la niña apareció por detrás de ella. La madre se asustó, pero estaba feliz porque su niña estaba viva.
Se abrazaron. La madre vió otros niños alrededor de su hija. Los miró extrañada, conmovida. Sus cuerpos eran transparentes, como el de su hija.
Los niños se agruparon en bandada alada y reptaron hacia el horizonte sin mirar atrás ni una sola vez.
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