lunes, noviembre 17, 2003

Usted no inventó nada señor...
Ya lo decía Charles Cross en el Siglo XIX


Nota Completa

La ciencia del amor
C.Cross (1842-1888)

Intercambiamos nuestros retratos. El mío estaba fotografiado sobre esmalte, enmarcado en oro, con una cadenita minúscula, para ser llevado bajo las ropas. Este retrato contenía, oculto entre una placa de marfil y el esmalte, dos termómetros de máxima y de mínima, dos prodigios de precisión bajo dimensiones tan pequeñas. De esta manera podía yo comprobar las modificaciones de la temperatura normal de un organismo aquejado de amor.
Bajo pretextos a menudo difíciles de inventar, me hacía devolver por unas horas al retrato, anotaba las cifras con la fecha y preparaba de nuevo los termómetros.
(...)
Llegamos, ella como un pájaro mojado, yo encantado del éxito inicial de mis investigaciones. Pues, sin dejarme llevar por la vanidad romántica de este rapto, durante el viaje, mientras consolaba a la pobre muchacha asustada, había colocado hábilmente entre su décima y undécima costilla un cardiógrafo de funcionamiento prolongado...
(...)
Además, en la habitación donde, embriagada de amor, se abandonaba a mis transportes ficticios (pues yo no podía perder el tiempo), estábamos como en un laboratorio. Las paredes forradas de cobre impedían toda relación con la atmósfera; y el aire, primero a su entrada, y luego a la salida, era analizado rigurosamente. Las soluciones de potasa de los aparatos revelaban, hora a hora, a hábiles químicos la presencia cuantitativa del ácido carbónico. (...) Me limito a mencionar en líneas generales el exceso carbónico en las noches tumultuosas donde la pasión alcanzaba sus máximas de intensidad y de expresión numérica.


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